Ese olvido que seremos

Vamos pisando las hojas embarradas por esa tierra recién llovida,
cogidos de la mano tras el féretro de nuestro fallecido.
Otros familiares también forman parte del cortejo.
Solo el silencio estremecedor
y el crujir de las hojas nos acompaña.
De soslayo te veo llorar y tus ojos hinchados
delatan tu desconsolado llanto.
Jamás, ni aún sabiendo que algún día también partiremos,
estaremos realmente preparados para la muerte.
Cuando finalmente llega el momento del adiós,
de perder esa preciosa vida que ha dejado de existir,
un tsunami de emociones
nos sume en el más profundo desamparo.
Con nuestras mentes aturdidas,
nuestros corazones entumecidos
y aún respirando dolor,
intentamos agarrarnos a la fe
de un edénico más allá para todos.
Y así una vez más, surge la pregunta
hecha millones de veces y millones de veces sin responder,
¿qué hay detrás de esos ojos que se cierran?
A partir de ahí, nada lógico responde a esta pregunta.
Todo es incertidumbre.
Por más que nuestras mentes intenten imaginar
qué hay detrás de esos párpados que se cierran,
solo son intuiciones.
Luego será el tiempo y el paso de los días
los que adormecerán nuestro dolor,
llevándolo al recuerdo y al olvido.
Se suman a los días de duelo,
no solo el dolor por la muerte del ser amado,
sino también, el sufrimiento que nos inflige
imaginar nuestra propia muerte.
Inexorablemente, también nosotros,
mañana seremos ese mismo olvido.